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Coste:
Individual: 6,00 €
Reducida: 4, 00 €
Incluye Visita guiada teatralizada
En Ávila, como en otras ciudades castellanas, convivieron judíos, musulmanes y cristianos, dejando cada comunidad una huella que forma parte de nuestro patrimonio cultural. Si bien prolifera la documentación escrita, incidiendo en la presencia de una numerosa e influyente comunidad judía a lo largo de todo el medievo abulense, son escasos los testimonios arquitectónico-arqueológicos que se puedan adscribir a esta población. Recientemente este legado se ha visto enriquecido con la constatación arqueológica del cementerio judío.
A través del legado archivístico conocemos la ubicación de sus Sinagogas y cementerio (corroborado arqueológicamente), dónde residían, cuáles eran los espacios urbanos donde abrieron sus comercios, cuáles eran sus ocupaciones o dónde desarrollaban sus actividades artesanales.
Hagamos un recorrido por la ciudad, descubriendo esos lugares que nos remiten a una comunidad que tuvo gran trascendencia en el devenir histórico de la ciudad.
En el interior de la basílica de San Vicente se conserva una inscripción, en letra gótica sobre la lápida donde, según la tradición, está enterrado el judío que construyó la primitiva iglesia, en el S. IV, tras su conversión. El cenotafio (obra del S.XIII), situado en el transepto de la iglesia, contiene los restos de los santos mártires Vicente, Sabina y Cristeta. En el lateral norte se narra la huida de los mártires desde Talavera y su llegada a Ávila, mientras en el meridional se describe el martirio de los tres hermanos y el milagro de la serpiente que movió al judío a convertirse al Cristianismo, y, a partir de ese momento, a erigir la basílica primitiva.
En otra iglesia, en el atrio de San Pedro, se celebró el juicio a los judíos implicados en el caso del Santo Niño de La Guardia, un suceso que conmocionó a la España de la época, y que ilustra el enrarecimiento de la convivencia entre judíos y cristianos a finales del siglo XV.
La judería y sus sinagogas
Será en la actual calle Reyes Católicos, anterior calle de Andrín que unía la plaza del Mercado Grande con la del mercado Chico (puntos neurálgicos de la ciudad, junto con la plaza de San Vicente), donde se establezca gran número de comercios y talleres regentados por judíos. En esta calle se emplazaba una de las sinagogas de la ciudad, la sinagoga de Belforad, allí donde, en el S.XVI, se levantará la capilla de Nuestra Señora de las Nieves. En lo que sería la casa del rabino, inmediatamente al mediodía de la capilla, se localiza la hospedería La Sinagoga, un magnífico caserón que, correspondiéndose con la referida Casa del Rabino, está lleno de encanto y de referencias hebraicas. Además de un fragmento de una estrella de David, en lo que fue la puerta que unía la casa y el templo, destaca la cruz grabada sobre una de las jambas de la puerta, signo con el que los cristianos nuevos marcaban sus casas para evitar problemas en tiempos controvertidos.
Al final de la calle Reyes Católicos, la plaza del Mercado Chico, con sus soportales, representaba el corazón más íntimo de la ciudad amurallada y el límite de la judería tradicional.
Como era habitual entre los judíos, dada su vocación comercial, se instalaron en el centro de la ciudad para mayor eficacia de sus negocios. Su barrio por excelencia, con anterioridad al obligado apartamiento, era entre el Juradero, en San Vicente, el Mercado Grande y el Mercado Chico.
La actual calle de Vallespín, antaño rúa de Zapateros y que con dirección oeste parte del Mercado Chico, constituye un gran eje entre la referida plaza y la puerta de San segundo (que da salida al río Adaja), marcando con nitidez el límite de lo que fue la judería, situada al mediodía de esta vía, en el conocido como barrio de Santo Domingo, que se articula sobre los actuales viales principales de las calles de Santo Domingo y Telares. La calle de los Zapateros hace referencia a uno de los oficios principales de los judíos que poblaron Ávila, quienes dominaron además otros trabajos artesanales.
El apartamiento de los judíos que quería aplicar la Pragmática de 1412 fue superado en Ávila porque al Cabildo, que alquilaba casas y locales a los judíos, no le interesó una medida que hubiera supuesto la caída de sus ingresos, razón por la cual los judíos siguieron viviendo en calles aledañas a la Catedral, entre el Mercado Chico y el Grande, en la Rúa Zapateros, Plaza de San Juan, Arco de Montenegro y Postigo de Malaventura hasta el lienzo occidental de la muralla.
Desde finales del S.XI los judíos compartieron la judería con otros espacios de la ciudad, hasta que, en el último cuarto del S.XV, se obligó a su apartamiento en un área reducida intramuros alrededor de la puerta de la Malaventura, portillo abierto en el lienzo meridional de la muralla. Antes de la formalización del gueto, en 1442, don Álvaro de Luna ya había conseguido del rey Juan II que un pueblo “tan fiel” a la Corona, como era el judío, quedara exento de lo establecido por la Bula del papa Eugenio IV, y en 1454 Enrique IV había mejorado incluso las condiciones económicas y sociales de los hebreos, autorizando el comercio sin límites entre judíos y cristianos.
En la calle del Pocillo, un vial quebrado lleno de sabor que se abre paso, zigzagueando, entre sus casas bajas, se levanta una casa, con un sorprendente arco de ladrillo apuntado recorriendo toda su fachada, que algunos estudiosos han relacionado con la sinagoga que «fiso don Simuel», mencionada en documentos de 1430 y 1460, una de las sinagogas tradicionales del barrio judío de Santo Domingo.
El aroma de los grandes místicos abulenses, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz (también con antecedentes judeoconversos), permanece intacto al llegar, a través de la calle Telares, al jardín de Moshé de León, donde se rinde homenaje al universal autor del Sefer ha-Zohar o Libro del Esplendor. La propia arquitectura de los jardines se corresponde con la estructura de un jardín místico, que evoca la profunda espiritualidad de este sabio judío que se hospedaba en la casa de Yuçaf de Ávila, y que dio a conocer en esta ciudad su complejísimo texto, basado en la gran tradición cabalística anterior, que él mismo atribuye a la interpretación esotérica de unos manuscritos de Simeón ben Yohai, del S.II, encontrados en el interior de una cueva.
En el jardín se eleva un monolito que recuerda unos versos del Zohar, emparentados con la espiritualidad de Ávila: “Hay momentos en que las almas que están en el jardín suben y alcanzan la puerta del cielo…”.
El jardín está situado frente a la puerta de la Malaventura, que daba acceso directo a la judería. Sobre el nombre de la puerta de la Malaventura, hay quien le relaciona con la mala ventura de los judíos que salieron por esta puerta, obligados por el decreto de expulsión de los Reyes Católicos, y que eligieron el exilio antes que la conversión al cristianismo.
Tras haber recorrido la calle Telares, y antes de salir de la ciudad por la puerta del Adaja (límite occidental de la judería), conviene realizar un recorrido por la calle de Santo Domingo, que fue el eje central de la judería, y que mantiene, como todo el barrio, el encanto de sus casas bajas, cuya disposición crea un trazado irregular de las calles; viviendas humildes, muchas de ellas con patio, que hoy duermen en un remanso de paz, pero que durante el apartamiento del último tercio del S.XV, a partir de los Ordenamientos de 1480 decretados por los Reyes Católicos, llegaron a saturarse, provocando la protesta de la aljama abulense por la falta de salubridad y los malos olores. Tras la expulsión de los judíos en 1492, esta zona se despobló y quedó convertida en una zona marginal de la ciudad.
La actividad artesanal. Las tenerías de San Segundo
Por la puerta de San Segundo o del Adaja se accedía a las huertas, a las propiedades en el campo y a los recintos artesanales establecidos en la ribera del Adaja. Los arrabales extramuros en torno al río Adaja fueron barrios dedicados a la actividad artesanal, siendo los judíos los que se dedicaron especialmente a las labores relacionadas con el trabajo del cuero y a la confección textil. Testimonio de esta industria del cuero son las Tenerías de San Segundo.
Este recinto artesanal ha sido puesto al descubierto en la margen derecha del río Adaja, entre el puente sobre el Adaja y la ermita de San Segundo, en un espacio actualmente integrado en el Centro de Interpretación de la Naturaleza de la ciudad.
Constituyen un singular y relevante ejemplo de complejo artesanal dedicado al curtido de las pieles, en funcionamiento entre los SS. XIV y XVIII. Del conjunto arqueológico, las tinajas se encuentran visibles, así como las piletas y el pavimento de las estancias, documentando todo el proceso artesanal. Las tenerías, de origen medieval, se dedicaban al curtido de las pieles y, hasta su expulsión, estuvieron regentadas por judíos.
Desde el puente se pueden ver este complejo que actualmente no se pueden visitar por estar en proceso de investigación y puesta en valor.
Si el itinerario se ha realizado por la tarde, y se dispone, naturalmente, de las ganas, merece la pena acercarse hasta el humilladero de los Cuatro Postes, buscando ese momento íntimo y mágico en el que la ciudad se va iluminando, con la muralla en primer plano. Vista desde aquí la estructura cabalística de Ávila, la Jerusalén de Castilla como la bautizó el poeta Avner Pérez, o, si se prefiere, el castillo interior de Teresa de Cepeda y Ahumada, es algo glorioso.
Otras sinagogas
Según algunos autores, la actual capilla de Mosén Rubí fue «originariamente construida en 1462, como una gran Sinagoga», convertida en iglesia a partir de ser anexada al hospital dispuesto en el testamento de María Herrera (hija de Diego Martínez de Herrera, judío converso), del 2 de octubre de 1512, y convertida en iglesia. Si ello fuera cierto, podría tratarse de una de las últimas sinagogas edificadas en Castilla, dado que la prohibición de construir sinagogas arranca de la ley promulgada el 16 de enero de 1465, en tiempos de Enrique IV.
Otra sinagoga, la del Lomo, estaría situada en la actual calle de Esteban Domingo, pudiendo ser, en algún tiempo, Sinagoga Mayor. Las noticias sobre la sinagoga la sitúan, a finales del S.XV, junto al primer convento de la Encarnación, ya convertida en iglesia bajo la advocación de Todos los Santos. Una Cédula Real, expedida en Madrid el 6 de Diciembre de 1495 por los Reyes Católicos, asegura que en 1482 el doctor Pedro Sánchez Frías, corregidor de la ciudad, tomó tras el apartamiento de la comunidad hebrea al Barrio de los Telares, en cumplimiento del decreto de las Cortes de Toledo de 1480, ciertas sinagogas que los judíos tenían en Ávila.
Posada de la Estrella
Frente a las escaleras de San Juan Bautista se abren las puertas de un antiguo caserón, conocido como posada de la Estrella y que tuvo propietarios hebreos, en cuyo patio se conserva un capitel con las roelas (discos) judías.
Los documentos escritos emplazan el cementerio judío en los terrenos del monasterio de la Encarnación, desde que en Agosto de 1511 se adquirieron las casas del Pilón de la Mimbre por doña Beatriz Guiera (ó Yera), para trasladar a éstas el primitivo convento que se encontraba hasta esa fecha junto a la puerta de San Vicente, junto a la sinagoga del Lomo. Doña Beatriz Guiera compró un Ossario de Judíos que estaba extramuros de la ciudad, donde edificó el convento. Estos testimonios escritos han sido recientemente corroborados arqueológicamente.
Tras la expulsión, el cementerio del honsario de los judíos, fue cedido por los Reyes Católicos al Real Monasterio de Santo Tomás, para el aprovechamiento de la piedra en su construcción.
En una de las puertas del palacio real del referido monasterio, actualmente incluida en el recorrido por el Museo de Arte Oriental, figura grabada una estrella de David.